Mentes cardinales

Juan Benítez Jamchen

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Mentes Cardinales

Esta nueva historia que me propongo contar tiene origen en aquellas otras historias que ya acabaron. Aquellas, que fueron también principio en sus tiempos, hoy son finales; sin embargo, como fueron causas de estos comienzos, y estos, a su vez, serán causas de otros, nos agradará mucho considerarlas a todas como causas sin principio ni fin.

De este modo, nos zambullimos en el presente y las contemplamos con una gran pureza. Aquellas, las causas, ahora se esculpen con mayor claridad para nosotros. Son limpias, frescas y simples y los vastos territorios que abarcan ya no nos nublan la vista.

Con tal gozo en el entendimiento, podemos observar con otra clase de luz aquellas dos causas que ya nos son conocidas y que conforman nuestro sistema presente de causas, éste que he querido llamar Mentes Cardinales. A la primera de las causas la llamamos árbol, y la consideramos como el aspecto natural y espontáneo que simboliza el talante humano más básico e inconsciente. La segunda causa la encontramos en lo que llamamos plano, que es el aspecto artificioso que simboliza a la razón humana, consciente y mucho más compleja que la anterior, entre otras cosas, debido a su libre albedrío.

Con estas dos causas compusimos la historia pasada. En aquellos momentos la reflexión dual Caja (ahora considerado plano por ser este elemento más esencial) y árbol nos evocaron un delicioso recorrer por el ciclo de la misma vida, emparentados con la naturaleza, con sus estaciones, con sus nacimientos y sus muertes, con sus bellezas y su durezas.
Hoy, sin embargo, con “Mentes cardinales” desearíamos trascender aquel ciclo, pero esto no es un asunto tan fácil. Desde el punto de vista del concepto, algo que desde el arte nos cuesta soslayar, la contrariedad está en que si intentáramos trascender tal ciclo, nuestros dos elementos causales no tendrían donde sostenerse ya que en tal situación nos perderíamos inevitablemente dentro de un no-contexto. Y los elementos se quedarían aislados. Como conceptos unitarios aislados comenzaríamos a saber muy poco de ellos, y las causas dejarían de significar lo que significan, con lo que no obtendríamos alcance interesante alguno. Debido a nuestras limitaciones, tal situación nos obligaría a acudir a nuevos campos de conceptos y crear otros contextos para poder ubicar nuestra artimaña.

En otras palabras: Vimos por ejemplo un árbol rojo en otoño, o florido y fresco en primavera, o durmiendo en invierno,… El árbol, en sí mismo y como concepto unitario, no es nada en realidad. Así como tampoco lo es el plano, aunque les dotáramos de algún tipo de carácter simbólico en un momento dado. En nuestra historia pasada pudo significar algo porque tuvimos un contexto conceptual determinado donde poder ubicarlos. Pero ahora, la historia pasada sólo es significante si nos permite ir un poco más allá. El concepto, en sí mismo, es un ámbito no del todo cierto, limitado y muy poco trascendente, con lo que nuestros elementos causales necesitarían de un sugestivo soporte si quisiéramos dotarles de ese carácter simbólico que queremos evocar. Con todo ello, lo único que podemos llegar a hacer, dentro de nuestro ámbito de las artes, con los elementos causales es únicamente artificio. Y tal manera consiste en incorporar un nuevo “contexto conceptual” al viejo contexto que ya caducó y que ya fue. Sería como provocar artificialmente una trascendencia al modo de los experimentos empíricos de la ciencia. Tal artificio aunque no es verdadero sí puede llegar a evocarlo si es bueno. En ensayo estamos y con esto nos conformamos.
En cualquier contexto conceptual nuevo creado debemos tener en cuenta que, sean cuales sean los sistemas de causas que usemos, todos ellos viven sostenidos por todo un inmenso resto de elementos existentes que están de la misma forma multi-enlazados de causas. Todo esto nos sirve para saber que cualquier elemento unitario no puede existir si no es en consideración a los demás elementos, y tal consideración no es posible si no podemos ser conscientes de ello. Llegados a este punto, la consciencia actúa como unificadora y la mente humana opera como portadora de los diferentes elementos. Esto pacifica un poco las cosas.

Para nuestro nuevo contexto artificioso, basado en un sistema de causas de conciencia, comenzamos imaginando que la mente humana “comprende” desde diferentes soportes:

1º. El árbol, el aspecto de la mente que menos comprende y que sin embargo está sujeto al mismo sistema de causas que los demás aspectos. Advertimos que las plantas comparten con el ser humano un mismo sistema de causas (por ej. de vida, enfermedad y muerte). Siendo el árbol el gran elemento vivo de la naturaleza más irracional, insensitivo, in-emotivo, y de este modo inconsciente, nos evoca (aquí nos encontramos ya con el carácter simbólico-artificioso) todas aquellas partes causales más irracionales, y del mismo modo inconscientes, de la mente del ser humano. Todo aquel sistema de causas que no parece ser comprendido por nuestra mente, forma parte de un misterioso conjunto de causas desconocidas que son compartidas con los árboles, de ahí que ellos nos personifiquen el inconsciente círculo de vida al que estamos aferrados. Nos delata, de alguna forma, el grado de ignorancia de la mente no evolucionada. En tal grado tan básico, los seres humanos nos sentimos emparentados con nuestros hermanos los árboles.

2º. El plano, que comprende con la razón, es aquel aspecto de la mente que posee el poder del discernimiento y de la conciencia mental. La naturaleza de la mente es conocer así que la conciencia mental significa que la mente puede conocerse a sí misma El “plano” reconoce las diferencias, especula y fabrica una gran cantidad de causas desde la mente, etc. Aquí nos encontramos con una característica que nos aporta un grado muy elevado de la mente y es precisamente este elemento el que nos distingue fundamentalmente de los demás seres de la naturaleza, y el que nos permite, del mismo modo, evolucionar.
El plano no es una característica perfecta de la mente, se equivoca a menudo y es soporte erróneo de numerosas causas involutivas. De la misma forma que la mano se equivoca cuando traza una pincelada, el plano, rectilíneo e imperfecto, puede llegar a ser una mancha “distorsionante” e incluso destructiva. Depende de nuestro grado de conciencia, hacer que el plano se conforme adecuado e integrador. Por supuesto, el grado de conciencia vendrá medido por la evolución de los diferentes aspectos mentales. Es por eso que el dualismo árbol-plano ahora se desgaje y nos lleve hacia un tercer aspecto mental.

3º. El cuerpo humano, a su vez soporte de los diferentes sentidos, como son los ojos, la nariz, el oído, etc., representan aquellos aspectos de la mente que comprenden desde la conciencia visual, olfativa, auditiva, gustativa y táctil. Con el cuerpo se pueden experimentar los diferentes objetos, por lo que nos encontramos también ante un aspecto muy importante, el universo de las sensaciones producidas por el contacto visual, olfativo, auditivo, gustativo y táctil.

4º. El color, en nuestro contexto artificioso es el medio donde la mente trabaja y se mueve, está en todo, y representa tanto la unidad como el vacío. Al color podemos encontrarlo sumergido en cada uno de los elementos, lo podemos localizar dentro del cuerpo humano, dentro del árbol, dentro del plano. Pertenece a todos y también es el vacío porque no pertenece a nadie en particular, el color compone cada uno de los elementos visuales y también descompone. Tradicionalmente el blanco fue el que representó el vacío, lo inexplicable, la flotabilidad y relatividad de todas las cosas, el punto místico, así como el no contenido mundano. Se usó en ese contexto y a partir de aquí los elementos visuales que fueron usados en arte flotaban en esa incertidumbre, pretendiendo la esencia. El blanco reinaba, el no color se impuso y el color quedó desterrado a la particularidad. En plástica el blanco no contiene color alguno y el negro los contiene todos, en el ámbito de las luces es al revés. Cuando enfrentamos al negro y al blanco creímos abarcar el todo, y de alguna manera fue y es cierto, sin embargo, desde el punto de vista del pensamiento, sólo podemos abarcar plásticamente el todo cuando sea posible alcanzar la unidad en todos los elementos, aunque sólo sea de forma simbólica. Pintar el vacío no parece consistir en alejar el medio de los diversos elementos como hacemos cuando enfrentamos el blanco con el negro, sino quizás haciendo que el propio medio sea el elemento mismo. Indeterminando los elementos, sin resolverlos, dejándolos sin correspondencia conceptual, abandonándolos en la generalidad, no sujetos al juicio previo y conocido. Pero eso sí, sin dejarlos no ser lo que son. La indeterminación no es destructiva sino integradora. Lo indeterminado busca el entendimiento y no la dispersión, busca la libertad y no el “encapsulamiento”. Como lo indeterminado investiga sobre la cualidad esencial de las cosas y las deja sin su condicionamiento (o prejuicio) individual, cuando un objeto queda plásticamente no determinado quiere decir que aunque quede distinguido del resto, más o menos, ya sea por su forma o por su color, el objeto no queda completamente sentenciado por su particularidad. El objeto queda definido como un elemento más que pertenece al todo. Lo indeterminado quiere advertirnos que nada es definitivo, que cualquier objeto del mundo queda abierto para lo próximo que está por llegar.

Con “Vacío es color” osamos reivindicar el verdadero talante del color desde su postura más plástica. Pura desde su homogeneidad, profunda desde su forma, integrante desde su particularidad. Sin enfrentamientos entre luces-sombras, o entre perspectivas. El color para nosotros ahora significa vacío. Porque el color penetra dentro del espacio haciéndose el espacio mismo, porque el color se introduce en el cuerpo y se hace cuerpo mismo, porque el color penetra en la conciencia y se hace conciencia misma. El cuerpo, el espacio y la conciencia están conformados de la misma materia, ellos son el mismo color y el mismo color son ellos. Todos son esencialmente la misma cosa y es por eso que los percibimos fusionados, es el punto común, el punto de encuentro. Si el color se introduce en cada cosa y se hace dueño respetando cada identidad aparente individual, quiere decir que en términos absolutos, convive en armonía representando el vacío, lo que no es, llegando al no contenido desde el propio contenido. Vacío, que es color, lo es desde el cuerpo, desde el espacio, desde la conciencia, como podría ser desde cualquier otra cosa. De la misma forma, cuerpo, espacio y conciencia son desde el vacío, que es también color. En esa mirada absoluta, que trasciende el carácter individual, cada cosa ya no existe, con lo que el todo se dirige hacia un no-ser. Y es por eso por lo que el color, el punto común de encuentro en su forma y contenido, en su espacio, cuerpo y conciencia, se hace vacío en nuestra componenda. Y también por las mismas razones también decimos que vacío es color.

En la apariencia, con su mirada breve y superficial, no somos capaces de ver tal unidad entre todas las cosas, no somos capaces de percibir el vacío. Sólo vemos los elementos individualizados, sin su carácter esencial. En la mirada profunda, carecemos de esos velos, podemos percibir que todo es causa de todo y que cuerpo, espacio y color son esencialmente la misma cosa.

Si todas las cosas son lo mismo dentro de esa mirada, descubrimos que aquella conciencia que lo aprehende es conciencia que comprende todo. El color, se revela entonces como la alegoría de tan dichosa conciencia. Por lo tanto, en nuestro contexto artificioso, por cierto único y verdadero medio en arte, vacío es conciencia absoluta y color su alegoría. He aquí nuestra artificiosa propuesta. Pensemos en ello: Vacío es color.


5º. La naturaleza. Es nuestro motivo de inspiración. Es materia humana, causa mundana, del mismo modo que es causa humana de virtud. Montañas, lagos, mar, hierba, tierra, nubes, viento, bosques, ríos,.... Un sinfín de objetos hermosos que hacen liviano nuestra existencia, que poseen el poder de calmar nuestros malestares o de curar nuestras enfermedades y que además nos ayudan a conectar directamente con la virtud. La naturaleza es uno de nuestros grandes santuarios así como el propio espejo de lo que mundanamente somos, sin ningún tipo de artificio. Sin ninguna razón. Sólo ella, sólo nosotros. La misma cosa, así verdaderamente somos. Agua, tierra, fuego, aire y conciencia. Allí se encuentra la esencia.

Ahora nos deleitamos observando que la mente humana ya no es un plano que aspira a estar ubicado en un mundo natural e idílico, que la mente tampoco desea un cuerpo disfrutando de sensaciones diversas, y que ni siquiera quiere ser hermosa e inconsciente. La mente quiere ser consciente de que es plano y como tal anhela poseer formas infinitas, forma de cuerpo, forma de naturaleza, forma de árbol o forma de color. De la misma manera quiere la mente ser consciente de que es cuerpo, o naturaleza, o árbol, o color, y como tales anhela poseer formas infinitas.


Los paraísos de la mente

Y en busca de la esencia nos encontramos con lo que verdaderamente somos. Y la mente entonces reposa en calma. Ya no vive del miedo, ni de las sombras, ni siquiera se alimenta de las luces, porque ya es luz, con lo que alimenta a otros. La mente en aquellos paraísos sólo contempla.

Los paraísos de la mente no están tan lejos, conviven con nosotros cada día. Sólo debemos conocer donde se esconden y por qué. Y levantar entonces el manto que los cubre.

La mente no es un trozo de carne que se parece a la asadura, a eso se le llama cerebro, que no es lo mismo y que además, según de quién sea, se come. La mente no es comestible, es conciencia, y la conciencia se revela de múltiples formas. Nosotros hemos elegido cinco elementos o factores para expresarla. Nos gustó elegirlos en base a las causas, pero podríamos haber esgrimido otros argumentos. Como las causas fueron nuestras razones, en ellas nos sostenemos ahora. Pero las razones no son el único medio, esto ya lo sabemos. Miremos las pinturas por ejemplo y agudicemos la conciencia visual.

El árbol cogió su lugar y se expresó con su virtud y el sistema de causas inconsciente fue aceptado con agrado pero sin dejar de intentar desvelar sus secretos, el plano lo hizo del mismo modo y gracias a su gran poder, la razón, compuso verdaderas melodías y los sistemas de causas fueron comprendidas, el cuerpo se colocó en postura adecuada y percibió con la experiencia lo que la razón no pudo explicar. Y cuando todos los secretos fueron revelados, cuando los obstáculos hacia el entendimiento verdadero fueron destruidos, entonces nació la virtud completa, la sabiduría suprema. La mente lo comprendió todo y todos los elementos fueron disueltos.

En cada paraíso mental cardinal se expresan cualidades singulares. Eso no significa, sin embargo, que en los demás paraísos no existan tales cualidades, como tampoco significa que la mente haya conseguido su perfección suprema cuando vive en un paraíso determinado. Más bien se trata de un ejercicio de perfección de la mente que nos lleva a entablar comunicaciones directas con la experiencia plena de absoluta paz y felicidad. Por supuesto que cada paraíso, con su cardinal, contiene la perfección completa, pero hacia nosotros cada edén mental muestra tendencias para que desde lo humano podamos experimentarlo y comprenderlo. Ello nos dota de suficiente aspiración para poder llegar a vislumbrarlo en su totalidad. Cuando la mente convive con cada cualidad singular decimos que comprende tal o cual aspecto, con lo que en ese sentido vive en tal o cual paraíso. Con respecto a la existencia de tales paraísos, decir que eso sólo depende de nuestro grado de conciencia. Y el grado de conciencia, como ya hemos hablado, depende de cómo manejamos los diferentes aspectos o elementos de la mente.

Nos sentimos inspirados por las Tierras Puras Búdicas. Integramos nuestro artificio y con un breve gesto soslayamos ciertos mundos complejos y nos disponemos rumbo hacia aquellos otros mundos un poco más bucólicos. Cada vez más bucólicos.


Paraíso del Este

En el paraíso del este habita el agua.

Queremos pensar que su virtud es la concentración. Y con mente concentrada, en cuerpo conciente, en razón consciente y en aceptación y búsqueda de todas aquellas causas inconscientes, marcha hacia la sabiduría espejada, blanca y penetrante, brillante y clara. En el cielo, en el cuerpo y en el plano. En nuestra conciencia.

Adiestramos nuestra concentración y la tenue nube ahumada, amiga del odio, de la disipación, de…, y enemiga de la virtud, se aleja bajo nosotros.

Azul, el color que unifica, es el agua, son los planos, es el cuerpo.

Allá en la naturaleza el azul, el color que unifica, presente en el agua, en los planos y en el cuerpo, se pierde bajo las redondas montañas de verdes profundos. Con sus bosques densos y concentrados, ellas nos susurran la cualidad azul, pero no nos deja verla. La naturaleza esconde rudamente el azul con su abrupta belleza.

El árbol es concentración, como lo es el olivo, concentrado. Honorable virtud.


Paraíso del Sur

Con la acción de nuestra mente, en árbol¹, cuerpo, plano, color y naturaleza, el gozo es la

generosidad.

¹ En el paraíso del sur, el elemento árbol está representado por las viñas, cuya virtud es la generosidad.

En el paraíso del sur nos abandonamos por el pensamiento de ésta su virtud.

Tierra, así es amarillo.

Amarillo de sabiduría ecuánime.

Conciencia igualadora y pureza auténtica de las sensaciones.

Así es, amarillo que lo riega todo, que disfruta de la levedad de ser generoso, que hace flotar a los secos montes y se eleva hasta en el cielo.

Así es, amarillo que abriga a los mares, tan respetuoso con sus hermosos azules.

Amarillo, así es como destierra a la tenue nube azul, manchada de orgullo. Engañada de sí misma.

Así es como amarillo se muestra. Así es como se me antoja.

Y así es como me satisfago de él.


Paraíso del Oeste

Montañas que son fuego hablan.

Hablan de rojo,

van vestidas punzantes

y afinadas por el silencio verde.

Verde que es cielo no habla.

No habla, escucha fuego,

disfraza de rojo a las montañas

y reposa solitario con el tacto caliente.

Verde que es prado habla.

Habla de rojo en cuerpo,

empapada de planos la hoguera,

frío para la avaricia de triste nube amarilla.

Codicia y pasión callan.

callan en azul celeste, prudente.

Saben a agua,

y calman la ardiente lumbre.

Deliciosos los versos del almendro madre.

Exclaman sus ramajes nerviosos,

alzan olores de virtud,

del esfuerzo entusiástico.

Rojo que es oeste habla

Habla de sabiduría,

de la que concibe y discrimina,

y de la que en humana es en percepciones.


Paraíso del Norte

Norte dime,

Blancas nieves.

Tú,

energía y poder.

Norte,

que sabes frenar el miedo,

tú,

que en eterno invierno nunca duermes.

Norte,

tú,

pálido y claro

Verde y blanco.

Norte,

tú,

que vuelas.

Atril del cielo, aire.

Norte dime,

Sí, tú,

que quiero entenderte.

Verde.

Sé cómo te veo.

Pino de plata, abedul inmaculado

Salpicaduras de enramada

Boscaje.

Sé cómo te siento.

Grandiosa columna

de aire y espacio.

Verde y blanco.

Sé cómo no eres.

No eres doliente nube roja,

ni envidia.

Ni atracción ni aversión, sabiduría.

Verde amigo,

blanco,

ya sé que eres color.

Tú.

Amigo aire,

sí, tú.

Quiero saber cómo lo consigues,

el porqué de esa sonrisa.

Disciplina ética.

Al fin habla Norte.


Paraíso del Centro

En la presente, que ya sabemos que blanco es también color, ya no hay miedo de caer en la nada. Porque la nada, ese humano concepto que representa dolor y miedo causados por esas tenues nubes del odio, del orgullo, de la codicia, de la envidia y de la ignorancia y que tanto obstaculizan nuestra felicidad, no existe verdaderamente.

No tememos al no color, puesto que “nada” no existe. Blanco es lo mismo que azul, rojo, amarillo o verde. Uno más.

El vacío y el todo, contradictorios en apariencia, ya no significan la nada humana. Son la misma cara del gozo supremo de la virtud, de la sabiduría de la perfección de la realidad, de la conciencia plena. El paraíso del centro es perfecta sabiduría. Allí no hay ignorancia, la raíz de todos los engaños. La nube triste y dolorosa con el blanco pálido de la ignorancia apenas es. Casi no se percibe.

Todo es demasiado sutil. No podemos verlo aún.

El haya…

Continuemos con la contemplación. Un rato de agradable y merecido silencio.

Nota final: Eludimos una virtud o perfección muy importante. Aunque supimos de ella, la obviamos en nuestro artificio porque no la supimos ubicar, esto nos descubre una gran imperfección, ya estamos al corriente. Lo cierto es que como las demás, ella está en todas partes, participando de todos los diferentes paraísos. La diré ahora en mayúscula. Y que no se nos esquive más:

PACIENCIA


Los acompañantes

Nuestros paraísos de la mente suponen los estados mentales perfectamente virtuosos, la concentración completa, etc. Tales evocaciones nos lleva al origen de todas las cosas, del mismo modo que nos lleva al final de todas las cosas. Y no nos lleva allí por alguna clase de casualidad. Ni tan siquiera por algún tipo de artificio o capricho. Nos lleva allí porque grandes sabios nos lo están diciendo desde hace más de dos mil años y porque, desde hace no mucho tiempo, así lo sospecha la ciencia con sus matemáticas.

La ciencia (con su Big ban, o su teoría termodinámica, o su teoría atómica,...) y la filosofía budista son formas de pensamiento que están encontrando puntos comunes gracias a la buena voluntad de algunas personas extraordinarias.

Pero este fascinante hecho no está quedando ahí. Debido a las colaboraciones actuales entre ciencia y espiritualidad, la ciencia está perdiendo su excesivo positivismo-nihilismo y la religión su posible excesivo dogma. Ese punto medio está favoreciendo para traspasar grandes fronteras dentro de la comprensión humana, con lo que en todos los ámbitos de conocimiento humano se están produciendo fuertes cambios de una relevancia sorprendente. En cada momento surgen debates, colaboraciones y encuentros al respecto y los avances están siendo asombrosos.

Nosotros dentro del arte tampoco nos queremos perder tales progresos. Aunque artificiosos somos también partícipes de estos cambios. Mucho más si pretendemos provocar giros profundos en el alma humana.

Observamos que en el origen del universo todo estaba contraído, desde aquí hubo una explosión que hizo que ese todo se expandiera. Con esta expansión comenzó la vida tal como nosotros ahora la entendemos. Pensamos que la expansión significó que todos los componentes del universo, que estaban perfectamente concentrados y equilibrados, por alguna razón desconocida se desequilibraron y provocaron que tendieran a la disipación. Estamos ahora dentro de esta fuerza expansiva y disipadora. Si consideramos todo esto cierto, la vida humana significa entonces una parte del proceso que tiende a su propia extinción, como una parte más del universo desequilibrado. Esto podría implicar que todos nuestros esfuerzos por mantener la vida servirían nada más y nada menos que para colaborar a nuestra inevitable desaparición. Visto con la máscara de la apariencia todo esto nos lleva a la nada. Sin embargo, ya creemos saber muy bien que la nada no existe en realidad, tal y como está disfrazada desde la ignorancia humana.

La teoría termodinámica nos dice que cada sistema se mantiene ordenado emitiendo desorden, y que esto lo hace a través del calor. Bien, comprendemos con esto que el orden (la vida humana por ejemplo) se mantiene gracias al desorden exterior que provoca. Todo sistema vivo es vivo en cuanto que mantiene un orden determinado, sin embargo, gracias a la entropía, es decir a la fuerza que tiende al desorden, la fuerza disipadora, el sistema puede “contradictoriamente” vivir, debido a que sin tal desorden provocado no es posible su propia existencia, que funciona con entropía negativa.

La ciencia habla de que a mayor entropía, mayor desorden hay en el universo, y cuanta menor entropía menor desorden. Quiere esto decir que, en tiempo concebido linealmente, el desorden que provoca la vida es mayor en cada momento. Si continuamos pensando deducimos que, por fuerza tendente, lo lógico sería que cuanto más desorden haya en el universo, menos posibilidad de orden hay, con lo que menos posibilidades de vida. La contradicción está, sin embargo, en que si la vida es orden por desorden provocado y todos los sistemas vivos, por su carácter fractal, se comportan de la forma análoga, uniendo toda la fuerza de la vida a su punto más álgido, la consecuencia también sería el orden total, por lo que a mayor desorden más vida. ¿Cómo es posible que exista orden y desorden a la vez en sus puntos máximos? Esta contradicción parece que estaría vista desde el punto medio (de vida) que es donde estamos, porque llegados al extremo, la fuerza del desorden podría llegar a ser tan grande que el propio orden tendería a perderse, entonces ya no habría vida. Pero entonces tampoco habría desorden. Significaría entonces que estaríamos ya en fuerza contractiva, en regresión del Big ban. No estamos suponiendo que la vida, siendo orden, es la anécdota del universo sin fuerza alguna para influir en ella, estamos suponiendo todo lo contrario, estamos suponiendo que es la vida es motivo de fuerza contractiva con lo que es fuerza contraria al universo, es fuerza que frena la disipación total y absoluta.

Veámoslo así: Cuanta más fuerza hagamos o pongamos en mantener la vida hacia el orden interior, más calor emitiremos, más desorden se emitirá como dijimos, pero si fuesen muchas las fuerzas que intervinieran en este proceso, el grado de caos (o de disipación) como de orden se pondría en el máximo posible. La fuerza contractiva general hacia el orden sería máxima y por ello el desorden provocado también lo sería. Entendemos que alcanzados tales niveles toda la tensión hacia el desorden con su fuerza expansiva acabaría. Todo el proceso expansivo pararía y comenzaría la cuenta atrás hacia la contracción.

Llegados a este punto, sin la vida, sin desorden, el tiempo lineal se haría cero con lo que la fuerza contractiva del Big ban sería inmediata. Todo el universo se contraería de repente.

No sé si todo esto lo estoy comprendiendo bien, que los científicos me disculpen y me corrijan por favor. Pero creo entender que cuando la fuerza expansiva se termine, será gracias a la fuerza de la vida, y ya no habrá disipación, ni desorden, ni por ello vida, con lo que nos encontraremos inmediatamente en la contracción máxima en menos de un instante.

¿Es verdad entonces que cuando la vida se acabe estaremos todos en el vacío más absoluto?

Desde aquí comenzamos a elucubrar, sostenidos gracias al conocimiento alcanzado, la segunda parte de nuestro artificio.

Cuando decimos que vacío es color significa para nosotros que, como el vacío es el todo, los colores, siendo ese todo en nuestra alegoría artística, suponen el vacío.

Estamos en el punto máximo de concentración, en el orden perfecto, en la felicidad plena. Desde la vida todo es imperfecto puesto que somos humanos, por eso lo alegorizamos, de ahí la razón de la evocación y del artificio. De ahí la razón del concepto.

Pero sigamos…A ese equilibrio interior perfecto, cuando la mente está en completa paz, en perfecta armonía y felicidad, a ese paraíso, se llega desde la vida. La fuerza hacia el equilibrio interior, cuando es muy grande, hace que la mente conecte directamente con el origen, fuera del tiempo y el espacio, con lo que es posible llegar al vacío, más allá de las leyes físicas, o químicas o matemáticas y además, si no nos equivocamos en nuestra argumentación, en un tiempo lineal igual a cero. El camino que evocamos en arte es limitado y arduo pero al menos pretende ser libre, al menos es camino. El método que necesitamos, sin embargo y dicho sea de paso, es irrevocablemente el método espiritual. Todos los caminos en realidad nos llevarán al final porque es necesario que lleguemos desde todos lados. Vayamos poniendo los medios. La cuestión es que cuando todos los elementos de nuestra conciencia estén en armonía, cuando la mente viva en todos sus paraísos, entonces el universo acabará tal y como lo estamos viendo ahora. Pero es necesario que toda la fuerza de la vida se concentre en esa dirección para que esto ocurra. Es más, hasta que eso no acontezca, estaremos en desorden. Aunque la vida parezca que suceda individualmente, en análisis profundo es un suceso causal conjunto con una poderosa fuerza general hacia la contracción. Si no fuese así el desorden sería total, y esto sabemos que no es posible, por lo que nuestro único camino posible es continuar nuestros esfuerzos hacia nuestra propia condición ordenada. Por ello, el hecho individual, el que nosotros distinguimos a primera vista, es causa de fuerza general hacia la contracción. Como ahora estamos en la vida, y más o menos podemos estar al tanto de todo este proceso y sus luchas anti-desorden, queremos continuar nuestra alegoría dirigiéndonos hacia el punto mínimo de desorden desde el orden máximo (el origen). Es decir, justo después de la expansión del Big ban, antes de esos segundos que ya pudo medir la física.

Los llamamos acompañantes porque están muy cerca de los paraísos de la mente. Digamos que es la mínima imperfección que se produce cuando comienza el movimiento expansivo. Se podría decir también que en realidad es la evocación de la mirada infinitesimal del origen de la vida y por tanto del comienzo de la inconciencia. Como sucede desde la conciencia plena, podemos ver los elementos de forma muy clara. Es por esa razón que la mirada infinitesimal es reflejo idéntico de la universal, porque también expresa el momento más cercano a la terminación de la vida, el momento más cercano a la disipación máxima, al desorden máximo (Por fractalidad, el punto último de expansión es análogo al punto de comienzo del mismo) Llegamos a ese límite cuando x tiende a infinito en matemáticas. Llegamos a ese punto mínimo o máximo que conecta la vida con el vacío o el todo.

Los acompañantes nos muestran el inevitable movimiento de las cosas sin olvidar el origen de ellas, nos muestra la variabilidad de nuestra imperfección desde la perfección. Los acompañantes muestran el comienzo mínimo de ese mundo indeterminado donde los elementos, árbol, plano, cuerpo, color y naturaleza se mueven siguiendo la fuerza expansiva del universo. O cuando la fuerza contractiva (de virtud, o de las perfecciones de concentración, de generosidad, de esfuerzo entusiástico, de disciplina ética, de sabiduría y paciencia) es muy poderosa y se enfrenta al punto mínimo de disipación.

Acompañante agua-cielo

Desde el paraíso mental del centro se produce una explosión. El impulso va hacia todas las direcciones, los elementos se expanden, así como también muestran su contracción, su fuerza interior de orden. El elemento cielo del centro se funde con el agua, medio supremo de la vida, formando las nubes, los planos son más pequeños y manifiestan ya cierta alteración o inconsciencia, la sabiduría ahora no es completa. En el acompañante centro los colores no cambian, el blanco y el azul son los mismos que en el paraíso mental completo. El centro es muy poderoso. Estamos muy cerca de la virtud sabiduría, donde se encuentra el todo. La luz blanca suprema que en física llaman vacío y en budismo vacuidad y que no es la nada. Fue muy complejo pintar el acompañante del paraíso mental del centro…

Desearía ahora quedarme sin palabras y dejar que los cuadros hablen por sí mismos. Que así sea.

Acompañante agua-agua

Acompañante agua-tierra

Acompañante agua-fuego

Acompañante agua-aire

Seguramente este ensayo provocó tensión entre algunos de los diversos ámbitos que se usaron. Quisimos inmiscuir a la pintura con la filosofía, con la poesía, con una historia narrada, con la religión, con la ciencia… ¡Cuánto nos hubiera gustado toparnos con la música! ¿Lo dejaremos para la próxima?

Imaginemos que tales tensiones quisieron vivir en comunión, sin recelos ni prejuicios. A ritmo general, pactando un orden dentro de este inmenso caos. Sosteniendo las notas, para no anular al instrumento, silenciándolas para no provocar discusiones…De alguna manera, pensamos que en nuestras evocaciones, en este maravilloso artificio nuestro que es el arte, quisimos orquestar una hermosa melodía sin ninguna clase de tapujos. En completa y sincera libertad. Y por supuesto, siendo ciertamente imperfecta.

Por mi parte, la experiencia fue hermosísima.

Juan Benítez Jamchen

En Caloca, Cantabria. Octubre 2008


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